Te reverencio a vos
que sos mi Señor.
Te hablo como un amigo,
te siento, caricias de papito,
te escucho en los zorzales de septiembre.
Y tu fragancia de bebé indefenso
me resucitan a la luz,
simple y único
como mi valle patagónico.
Su cielo, el mío,
sus transparentes aguas
paridas por el dolor
de haberte traicionado.
Mis aguas
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