Autor/es: Ruben Yennerich
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OLVIDAR: PERDER LA MEMORIA DE UNA COSA, DESCUIDAR INADVERTIDAMENTE
UNA COSA, DEJAR EL CARIÑO QUE ANTES SE Tenía.(SEGUN EL DICCIONARIO)
Ese domingo por la tarde había ido a ver a Racing. Era una hermosa
tarde de invierno, y daba gusto sentarse en el cemento del estadio,
frente al sol que entibiaba el cuerpo. Se había sentado lejos de los
barras bravas, por las dudas, lejos de todos, en un vacío de la
tribuna. El partido había comenzado y como no se jugaba nada
importante, ya que ni Racing, ni San Lorenzo - como casi siempre-
tenían chances de campeón, su mente se fue yendo despacito a
lo que le había pasado esa mañana.
Raúl todos los domingos a la mañana iba a la iglesia evangélica de
su barrio y ayudaba como maestro de la escuelita bíblica. Era su
compromiso m s constante con la iglesia, y lo hacía con ganas. Ese
domingo mientras esperaba el colectivo que lo llevaría a la iglesia,
fijó su vista en un cartel ya descascarado que en la pared de una obra
en construcción, ya apenas si se podía leer:
NO .... ...........EN DE C........AS,
decía, y los ojos de un rostro parecían calar hondo. Y se quedó
pensando...
Hoy iba a hablar con los pibes sobre el bautismo, y se había copado
con la historia de Juan el Bautista, en especial por su trágico
destino. No podía entender cómo Dios lo había abandonado. Había
buscado incluso en los tres evangelios las versiones del triste
final. Le dio bronca la lógica del poder, la coherencia mortal de los
poderosos, los caprichos de la corte. Quiso adentrarse en la
historia. ¨Qué habrá pesado más en la decisión de Herodes ante la
cruel maniobra de su esposa: su orgullo frente a lo prometido a su
hija la bronca de sentirse juzgado por Juan de aceptar a la esposa
de su hermano o su delirio persecutorio producto del miedo a ser
asesinado por propios o extraños?
Pensó también en el coraje profético de Juan, que había retratado a
Herodes y que no se calló. Le había criticado su miseria moral sin
importarle su poder. Había osado desnudarlo. Justamente a él, que
temeroso de que lo asesinaran se ocultaba en sus palacios y fastuosas
construcciones como un fantasma. El omnipotente rey se debe haber
sentido humillado y juzgado por un don nadie. La mujer se la tenía
jurada, y cuando pudo pidió su cabeza. Se la sirvieron en bandeja de
plata.
Durante el viaje en el colectivo, pensó en Jesús, cuando le dieron
la noticia de la muerte de Juan. En su tristeza y su deseo de borrarse
junto a los discípulos, y de meditar para aflojar la angustia. Pensó
que ni siquiera esa soledad ni ‚se tiempo pudo tener, porque la gente
necesitada de su palabra no se lo permitió. Necesitaba de su palabra
y de pan. Hay que seguir luchando, reflexionó, mientras que luego de
hablar con los pibes, partía el pan, lo pintaba de mermelada y les
servía la taza de mate cocido caliente. Hay que seguir multiplicando
los peces y los panes, como en el relato bíblico que sigue a la muerte
de Juan. Jesús no aflojó.
De pronto un gol de Racing lo devolvió a la realidad, (o lo
distrajo, depende del lado que se lo mire) Casi ni lo gritó, porque
detrás del arco, justo detrás de un fotógrafo, había un cartel pequeño
que decía: NO SE OLVIDEN DE CABEZAS.+