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Más que cinco panes y dos peces
No era la vecindad del chavo del ocho donde aparentemente todos se conocen y tienen algunas diferencias, tampoco era una película de cine norteamericano donde después de una catástrofe se generan lazos sociales duraderos y porque no decirlo mas de alguna relación amorosa dada por el compartir la tristeza de un cataclismo, menos era una baja en el sueldo de un humilde trabajador que se veía obligado a pedir a otros algún alimento, y mucho menos pensar que era una obra de teatro tratando de recordar la alimentación de los cinco mil del cuadro bíblico. Eran comidas comunes, ollas de vecinos y pobladores que cocinaban juntos para seguir viviendo después de una tierra que se le ocurrió girar en todas direcciones en un baile o danza llamada terremoto chileno.
La gran escena cristiana de compartir mucho mas de cinco panes y dos peces no era necesariamente entre personas de fe, sino que era entre seres humanos sensibles y creativos que aunque no sabían que Dios multiplicaba una canasta; sabían que si todos luchaban por subsistir, alcanzarían a comer bien y aunque nunca lo hayan creído Dios de igual manera multiplicaba la olla común de vecinos, incluso hasta que sobrara.
Lo mejor de todo es que no se visualizaron hombres o mujeres que dijeran como los discípulos épocas atrás que quizás “no va alcanzar” o que cada uno “compre sus alimentos”, incluso que alguien pensara que “ya es muy tarde” porque el toque de queda se venia encima, de echo el egoísmo se sentaba a llorar por ahí porque nadie lo invitaba a su corazón, al parecer, un terremoto había creado mejores vínculos y en algunas personas había puesto gasolina llamada solidaridad, en resumen, pobladores en su ingenua o nula fe inconscientemente decían: Donde comen dos, comen tres…
¿Cómo lo hicieron si nunca supieron de la alimentación de los cinco mil?
Con el Cariño de Jesús
Andrés Contreras
Estudiante de Bachiller en Teología
Chile