Autor/es: Henri J.M. Nouwen
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Oh, Señor, tu mundo el mundo que amaste de tal forma que incluso quisiste formar parte de él y experimentarlo hasta su plenitud
siente dolor.
... el dolor de muchos hombres y mujeres que ven crecer la carrera armamentista y se sienten desalentados en sus intentos de detenerla el dolor de los prisioneros, de los hambrientos, y de la mucha gente
que parece feliz y contenta, pero que se sienten desgarrados por confusiones internas, sentimientos de culpa, de vergüenza, de duda de sí mismos y de incapacidad de vencer su propia inquietud.
Es tu mundo, oh Señor, que siente dolor. Tú eres un Dios compasivo.
Tú viniste a compartir nuestro dolor. Por favor, da esperanza, coraje, fuerza y fe a tu gente. No permitas que los poderes del mal que nos rodean, nos llenan y, a menudo, habitan en nosotros, nos destruyan.
Saca de nosotros estos poderes del mal y muéstranos el camino hacia ti, que eres Luz, Verdad, Bondad y, por sobre todo, Amor.
Amén.
Desde febrero hasta agosto 1979, Henri J.M. Nouwen vivió con los
monjes trapenses en la Abadía de Genesee, NY. Éste era un monasterio
contemplativo, donde se tuvo que acostumbrar a levantarse a las 2 AM
e irse a la cama a las 7 PM. Tuvo que familiarizarse con las muchas
horas de oración y de meditación. La comprensión de que la oración
era la única razón de estar y permanecer en el monasterio le obligó a
preguntarse si podía ser una buena disciplina escribir, por lo menos,
una oración por día.
Aquí les incluimos la escrita para el jueves, 22 de marzo, donde él analizaba el dolor. Hemos omitido aquellas referencias al dolor que más le tocaban de forma personal para incluir solamente su plegaria por el dolor del mundo. Considerando que es un tema muy pertinente.
